El legado de la poetisa cubana Carilda Oliver Labra en el centenario de su natalicio
La poetisa cubana Carilda Oliver Labra está considerada como una de las más influyentes de su generación, y este 6 de julio se celebraron 100 años de su nacimiento.
Oliver nació en Matanzas el 6 de julio de 1922, en esa misma provincia estudió derecho, en la Universidad de La Habana, aunque pronto se destacó en las artes.
Sus profesores pronto notaron sus aptitudes para lo relacionado con la expresión, multitalentosa y sobresaliente en áreas como el dibujo, la pintura, la escultura, y -se sabría después- la escritura.
La poesía de Oliver Labra puede ubicarse con tres fuertes bases a lo largo de su desarrollo: el amor, el papel de la mujer en la sociedad, y ella misma.
Por su lírica bella, compleja, y a veces erótica, fue reconocida con varios premios, tanto en Cuba como a nivel internacional, entre ellos, el Premio Nacional de Poesía (1950), el Premio Nacional de Literatura (1997) y el Premio Internacional José Vasconcelos (2002).
La forma universal y sublime en que escribía sobre el amor, logrando transmitir verdaderamente sus sentimientos, llevó su obra a nuevos horizontes, volviéndola un referente de la literatura hispana.
Su colección debut, Preludio Lírico, de 1943, la proyectó de inmediato como una de las figuras poéticas más importantes del continente.
No obstante, es Me Desordeno, Amor, el que podría considerarse como su poema más célebre, pues incluso le ganó el reconocimiento de grandes figuras, como la poetisa chilena Gabriela Mistral, primera mujer latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1945.
Asimismo, sería el libro Al Sur De Mi Garganta (1949), el que la inmortalizaría en los haberes de la literatura, destacando su obra también en lengua inglesa.
El libro fue escrito para un concurso convocado por The Latin American Society de Washington DC, en conmemoración del tricentenario del natalicio de la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz.
Esa misma obra le valió a Oliver el codiciado Premio Nacional de Poesía en Cuba, en 1950.
Su estilo no fue estático, sino cambiante, evolucionando a lo largo de su trayectoria, conforme a sus vivencias, lo que también le otorgó reconocimiento de sus pares.
En 1958, su obra Memoria Febril la mostró ante el mundo como una escritora erótica, escandalizando a la sociedad de su tiempo, y ahí mismo su escritura comenzó a enfocarse más hacia la pérdida del amor, que hacia la exaltación del mismo.
Ese poemario fue escrito tras la muerte prematura de su segundo esposo, y junto con otros, como Discurso de Eva, marcó un nuevo tema dominante en su obra y la profundización de su técnica literaria.
Su último reconocimiento internacional fue el Premio José Vasconcelos en 2002. Oliver falleció también en Matanzas el 29 de agosto de 2018, a los 96 años.