¿Qué es el 8M? Este Día Internacional de la Mujer no felicites, reflexiona
Pese a lo que suele difundirse, el 8 de marzo no es una festividad, sino una conmemoración por la lucha de las mujeres en busca de equidad en todo el mundo
Cada 8 de marzo, el día comienza con un aluvión de felicitaciones que llegan de todas partes: redes sociales, anuncios publicitarios, medios de comunicación e incluso en las escuelas.
Responder con cortesía es lo habitual, especialmente cuando proviene de personas con buenas intenciones. Sin embargo, también es una oportunidad para corregir y explicar el verdadero significado de esta fecha, ya que muchas personas, sin distinción de género o posición social, continúan creyendo erróneamente que se trata de una celebración.
El Día Internacional de la Mujer, a pesar de lo que suele difundirse, no es una festividad, sino una jornada de conmemoración. ¿Cuál es la diferencia? Vamos a aclararlo.
Cuando se celebra algo, hay motivos de alegría y felicitaciones, ya que se trata de un acontecimiento positivo. La confusión surge porque algunas personas ven a la mujer como un “regalo” —lo cual no es del todo sorprendente— y piensan que este día existe para homenajear su presencia en el mundo. Pero no es así.
En contraste, una conmemoración implica recordar un hecho, fecha o suceso relevante que marcó la historia y merece respeto.
El origen del 8M
Aunque la lucha por los derechos de las mujeres ha estado presente por más de un siglo, desarrollándose de manera simultánea en distintas partes del mundo y con diversas manifestaciones, hay un hecho específico que convirtió esta fecha en un símbolo.
El punto de inflexión fue la huelga de las trabajadoras de la fábrica textil Cotton en 1908, un suceso que tuvo consecuencias devastadoras para ellas, pero que ayudó a generar conciencia sobre su realidad —aunque solo fuera en parte—.
Ese año, más de 40,000 costureras en Estados Unidos se declararon en paro para exigir mejores condiciones laborales.
Durante meses, solicitaron derechos básicos como una jornada de trabajo de “solo” 10 horas —dos más de lo que hoy se considera el máximo legal—, un salario equitativo y justo, así como pausas para amamantar a sus bebés.
Ninguna de sus peticiones fue atendida. Ante la falta de respuesta, más de 140 trabajadoras se encerraron en la fábrica textil Cotton, ubicada en Nueva York. Sin embargo, la noche del 8 de marzo de 1908, el edificio fue incendiado de manera intencional.
El ataque fue premeditado, ya que las salidas fueron bloqueadas para evitar que las trabajadoras escaparan, lo que provocó la muerte de las 140 mujeres atrapadas en el fuego.
Este acto atroz sirvió como catalizador, y fue en 1910 cuando se propuso conmemorar la lucha de las mujeres en esta fecha.
En 1911, la jornada se conmemoró por primera vez, aunque tuvieron que pasar varias décadas hasta que, en 1975, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la reconociera oficialmente como un evento de alcance global.
El 8 de marzo no está destinado a exaltar la existencia de las mujeres, y mucho menos a considerarlas meramente como destinatarias de gratitud. Es un día para recordar una lucha que sigue vigente y para reflexionar sobre cómo contribuir a ella de manera activa.
¿Por qué luchan las mujeres en la actualidad?
A pesar de los avances alcanzados en el siglo XXI —como el derecho al voto, el acceso a la educación y la posibilidad de trabajar en la mayoría de los países—, aún hay quienes creen que la igualdad ha sido completamente alcanzada y, por lo tanto, no hay nada más que reclamar. Pero esta percepción es errónea.
En América Latina, además de la desigualdad laboral —que no solo se manifiesta en los salarios, sino también en las condiciones y la naturaleza del trabajo—, la mayor urgencia es la erradicación de la violencia en todas sus formas.
Violencia física, psicológica, sexual, vicaria, feminicidios… Para muchas mujeres en la región, la violencia es una realidad cotidiana de la que ningún país está exento.
El camino para erradicar este problema es largo y requiere grandes transformaciones. Pero también existen acciones pequeñas que pueden marcar la diferencia.
Una de ellas es comprender el verdadero significado de esta fecha y aprovecharla para educarnos, abrir nuestra mente y corazón a nuevas perspectivas, reconocer que siempre hay algo más por aprender y desarrollar mayor empatía con las experiencias de otras mujeres en distintas partes del mundo.
Este día debe ser una oportunidad para reflexionar sobre las causas profundas de la violencia y sobre las acciones, por mínimas que sean, que cada persona puede llevar a cabo para contribuir a su erradicación.