El “pokolpok” o “tlachtli” llegó a La Habana, en el Jardín Las Carolinas, donde el milenario juego llamó la atención de los cubanos, convirtiendo a la isla en el noveno país en acoger un partido de este deporte ancestral y que fuera declarado Patrimonio Cultural Intangible de Guatemala.
El juego de pelota mesoamericano fue un deporte con connotaciones rituales, jugado desde mil años antes de nuestra era por los pueblos precolombinos de Mesoamérica, siendo el más grande y conocido el Juego de Pelota en Chichén Itzá, Yucatán.
Y es así que los cubanos pudieron ser testigos de un juego donde los jugadores tenían el objetivo de pasar la pelota a través de unos aros a cada lado, usando solamente las caderas y cuidando que la pelota no caiga al suelo.
Los jugadores con su falda tejida, pechera, cinturones y protectores de cuero para las muñecas y tobillos, además de llevar el rostro pintado con motivos zoológicos o geométricos, no tardaron en llamar la atención de los asistentes, en especial de los niños que atentamente observaban el juego y destreza de los jugadores mayas.
Previo al juego, los jugadores realizaron una ceremonia en lengua maya, solicitando permiso de los dioses para realizar el juego en armonía y poder obtener la victoria.
Para algunos historiadores, los vencedores del juego eran sacrificados, sin embargo, aún no existe consenso unánime al respecto; mientras tanto, en La Habana, pese a haber ganadores, no fue necesario realizar ningún tipo de sacrificio.
El evento fue organizado en la capital cubana por la Embajada guatemalteca en Cuba, como parte de los festejos por los 500 años de la urbe habanera y del Proyecto del Juego de Pelota Maya impulsado por las autoridades del país centroamericano.
