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Adolescente cubana condenada tras protestas cuenta el horror que vivió en prisión

La adolescente cubana de 17 años, Gabriela Zequeira Hernández  y estudiante de segundo año de contabilidad en el politécnico Andrés Lujan habló con Cubanet y narró el horror que vivió tras ser detenida el pasado 11 de julio durante las protestas en la Isla.

“Tengo 17 años y nunca había visto una manifestación tan grande”, cuenta Gabriela, quien aclaró que ella no estaba participando en la manifestación por ser menor de edad.

La menor detalló que mientras regresaba de la peluquería a su casa “a cinco cuadras de la revuelta, me cogieron los oficiales. Eran tanto boinas negras como patrullas”.

“Me zarandearon del brazo y me metieron a la patrulla como si yo fuese cualquier cosa”.

La joven al preguntar a los oficiales por qué la estaba arrestado, dijo que le contestaron que “eso es para que tú veas que no se puede estar manifestando contra tu revolución. Eres una contrarrevolucionaria. Ese día para mí es inolvidable”.

Además de ser detenida arbitrariamente, fue engañada, ya que le decían que “tu mama te está esperando ahí con un palo para caerte a golpes por ser tan contrarrevolucionaria”.

De igual forma, los oficiales castristas le mintieron al decirle que la llevarían a su casa, le dijeron que recogiera sus pertenencias y no fue así, la metieron en un camión para trasladarla a otra celda.

Denunció que aunque repitió muchas veces que era menor de edad y que no podía estar detenida, la hicieron desnudar, y hasta “meterse el dedo” en sus partes intimas para ver si portaba algún dispositivo o micrófono.

La menor fue víctima de amenazas de abusos sexuales

Narró que un oficial de mayor jerarquía la amenazó con “manguera y mandarria”, dos hombres “fuertes y altos” con los que la obligarían a mantener relaciones sexuales en el “pabellón”, nombre con el que se le conoce el lugar para realizar esas atrocidades.

Entre lágrimas, contó que después de saber que pasaría ocho meses en prisión sin haber cometido delitos, le dijo a su madre que fuese fuerte.

“Ver a mi mamá llorando y no poder hacer nada por ella… tenía mucha impotencia, me había echado ocho meses sin ninguna causa”.

“No fue una libertad que me dieron fue un cambio de medida que me pudieron a una reclusión domiciliaria hasta el día del juicio”.

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