Cosas que no sabías de Bola de Nieve
Ignacio Jacinto Villa Fernández (1911-1971), conocido nacional e internacionalmente como “Bola de nieve”, fue uno de los más grandes músicos cubanos de todos los tiempos.
Su talento, carisma y soltura lo convirtieron en un personaje protagónico en varios de los escenarios más importantes del orbe. Hoy, queríamos traerte dos elementos sobre su vida que podrían resultarte novedosos.
Origen del apodo “Bola de nieve”
Probablemente nunca te hayas preguntado de dónde viene ese apelativo que lo volvió famoso ‒muchos quizás ni sepan que se llamaba Ignacio Villa. Algunas fuentes indican que el mote fue idea de Rita Montaner, “la única”, una de las artistas más célebres de la época y con quien el músico compartió funciones en el Hotel Sevilla y en otros sitios. Se dice que la intérprete que popularizó El manisero mencionó por primera vez el nombre en una de las presentaciones de ambos en el recinto hotelero en cuestión, alrededor de 1930 y 1931. Apareció públicamente con ese calificativo por primera vez en México, ocasión en la que acompañó, al piano, a Montaner.
En cambio, otros aseguran que fue Carlos Guerrero, un médico de su barrio natal en Guanabacoa, quien le colgó aquel epíteto. Al parecer, durante los primeros tiempos, al músico no le agradaba el sobrenombre y se dice que en la época en la que actuaba como pianista en el Cine Carral para ponerle música en vivo a películas silentes, algunos jovenzuelos de la zona le llamaban “Bola de fango” y “Bola de trapo”.
Famoso y popular, primero en el extranjero y luego en Cuba
Así sucedió también con Benny Moré. Fue conocido en México antes de ser aclamado en su país de nacimiento, pero ¿cómo Bola llegó a tierras aztecas? Ignacio tuvo varias presentaciones en Cuba; una de ellas, en el Teatro Nacional, a fines de la década del veinte, como parte de un show en el que imitaba al cineasta y compositor alemán Yopes Böhr. Poco trascendió aquel concierto. Tiempo después, mientras tocaba con la banda de Gilberto Valdés en el bar del hotel Sevilla, Rita Montaner lo escuchó y se enamoró del talento del guanabacoense. Decidió, entonces, contratarlo como pianista acompañante para que participase en sus próximos espectáculos.
Ambos marchan hacia México y, en un recital ante más de cuatro mil almas, sustituyó a la cantante. De su boca salió un “Tú no sabe inglé, Vito Manué” que rindió ante él a todo el auditorio. El camino al éxito había comenzado. En ese país siguió llenando recintos. Uno de sus compatriotas, el célebre Ernesto Lecuona, acudió a verlo en varias ocasiones. Lo convenció para que regresara a Cuba y le aseguró que también triunfaría en la tierra que lo vio nacer. No se equivocaría el autor de La comparsa.
Ignacio llegó, incluso, a tener su propio programa en la emisora radial CMQ, El gran show de Bola de Nieve. Se presentó también en diversos lugares del planeta y acompañó en escena a varias de las voces más importantes de su generación. Apareció, además, en varias películas. El resto es historia conocida.