El destacado bailarín, coreógrafo y director cubano Carlos Acosta arribó el pasado martes, 2 de junio, a los 47 años de vida. El artista es considerado, hoy en día, uno de los máximos representantes del ballet fuera y dentro de la Isla.
Nacido en la capitalina y pobre barriada de “Los Pinos”, Acosta comenzó sus estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba bajo la tutela de importantes figuras de la danza nacional, como Ramona de Sáa y lugar donde se licenció en 1991 con máximas calificaciones.
En varias ocasiones, Acosta ha asegurado que su padre tuvo un rol decisivo en su formación danzaria. Sobre todo, porque lo sacó de las calles y lo animó a seguir una carrera en el mundo de las artes. Vivencias, todas recogidas en su libro autobiográfico “No mires atrás” y el largometraje “Yuli”.
Sin embargo, su primer reconocimiento llegó con tan solo 16 años cuando fue galardonado con la medalla de oro en el Grand Prix de Lausanne.
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Desde entonces, ha formado parte de importantes compañías. Entre ellas, el English National Ballet, Ballet Nacional de Cuba, Ballet de Houston y American Ballet Theatre. Desde 1998 es miembro permanente del Royal Ballet de Londres y en 2003, fue promovido a principal bailarín invitado.
Esta distinguida posición le otorgó mayor libertad creativa, le permitió ampliar su agenda con nuevas apariciones en otros grupos y tours, y lo hizo merecedor, en 2014, a la medalla de Comendador de la Excelentísima Orden del Imperio Británico (CBE) de manos de la propia reina Isabel II.
Al año siguiente, anunció su retiro y decidió centrarse en impulsar su cuerpo de baile con sede en La Habana, Acosta Danza. Responsabilidad que combina, desde 2020, con la dirección del Birmingham Royal Ballet (BRB).
Carlos es, además, padre de tres hijas. Frutos de su relación con Charlotte Holland.
“El ballet es mi mejor amigo. Fue mi refugio. Es lo que tenía cuando todo no tenía sentido. No era solo un trabajo”, admitió en una ocasión el cubano.
