El colmo de la vanidad de Kim Kardashian que quedó para la historia
Algo que distinguió los dos embarazos de Kim Kardashian fue el hecho de haberse complicado por la preeclampsia, situación que le fue diagnosticada en la etapa final del embarazo. Por esta razón, los médicos le orientaron que debía dar a luz lo más rápido posible con el objetivo de minimizar los riesgos para evitar complicaciones médicas.
En el momento de recibir la noticia, la celebrity estaba en la semana 34 de su embarazo y había ido con su amigo Jonathan Cheban a su salón de belleza preferido para que la depilaran.
Ante la urgencia de sus médicos, Kim solo pensaba en que era una lástima, que si ya estaba allí no pudiera hacerse una manicura y una pedicura, como lo había planeado.
Por ese motivo, y lejos de ponerse nerviosa ante la inminente llegada de su bebé, decidió hablar con los médicos para convencerlos de que retrasaran un poco el parto inducido que ya le habían programado con urgencia.
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“Llevaba las uñas pintadas de oscuro porque todavía estaba en una fase en que solo utilizaba Lincoln Park After Dark [un tono de la marca OPI] o colores borgoña. Entré en pánico porque iba a tener una niña y quería una manicura en un color rosa claro para dar a luz. Le pregunté al médico: ‘¿Estás seguro de que tiene que ser ahora mismo? ¿No podrías darme dos horas?’. Por suerte, me dio permiso”, relató en el podcast ‘FoodGod: OMFG’ de Jonathan.
Además de lo anterior, Kim tenía otras dos preocupaciones: satisfacer su antojo de comer uno de su sándwich de desayuno, para lo cual tendría que hacer una rápida visita al autoservicio de McDonald’s y que su esposo, Kanye West, regresara inmediatamente de Europa, donde se encontraba en ese mismo instante para asistir al nacimiento de su primogénita.
Afortunadamente, para Kim todo salió estupendamente. Pudo recibir a su pequeña North con la compañía del rapero y con el estómago lleno.